Hace unos días sufrí un percance que en otras condiciones hubiera resultado perfectamente anodino, pero que ha degenerado en el lio más absurdo que se pueda imaginar para tan poca cosa.
Salía yo a las tres del trabajo y , como cada tarde, entré en el aparcamiento del hospital(que esa es otra; que te obliguen a pagar para ir al curro)y después de pasar la tarjeta por la máquina de cobro, me acerco al coche sin observar nada raro a priori.
Pero ¿qué demonios le pasa a esta puerta, que no abre?. Entonces me fijo que la aleta de protección del lateral está desplazada hacia adelante y descolgada por su parte trasera; que tengo hundida la aleta de la rueda trasera; que un enorme arañazo recorre todo el lateral del coche a una altura de cuatro dedos por debajo de los tiradores y que todo el trayecto del impacto está impregnado de algo que parece pintura blanca. Y es entonces cuando veo un folio en el parabrisas con la siguiente información:
POR FABO PASE POR LA CAVINA DE CONTROL
Alertada por el papel, lo recojo y me acerco a la susodicha cabina.
Blandiendo la nota, como si ésta fuera la espada de un justiciero, clamo al cielo buscando una salida al percance. Pero el empleado, que acababa de entrar al turno de trabajo, sólo puede ofrecerme una mísera explicación de lo ocurrido: su compañero del turno de mañana recibió un aviso de dos señoras que oyeron el impacto y viendo huir al culpable, mostraron al encargado el resultado del choque.
Y para que yo misma comprobara que se tomaban en serio su trabajo me muestra un informe pedazo de papel arrugado y sucio con algo escrito.
-Aquí tiene la matrícula- me ofrece muy ufano el vigilante.
Pero cual no sería mi chasco cuando compruebo que el número anotado es ¡el de mi propio coche!.
Maldigo, pataleo, me encabrono...pero nada sirve. Así que decido ir por la mañana para hablar con el empleado que puede darme más información.
A pesar de que me presento con el uniforme del hospital (he aprovechado el descanso del desayuno)el buen mozo me pide una identificación. Le muestro mi tarjeta, la nota del día anterior, el trozo de papel con mi matrícula en él y le exijo respuestas.
Que, por si alguien lo dudaba, no fue satisfactoria: Yo no lo ví, dos mujeres me alertaron, era un todoterreno blanco, escribí la matrícula que las señoras me dieron...
-Pero ¡pedazo de burro!- me entraron ganas de decirle- ¿cómo se le ocurre escribir sólo mi matrícula?
-¡Ah, no! También escribí la otra.
-¿Y se puede saber dónde está?
-Pueee...lo puse en la parte de atrás de una estampita de la Virgen.
¡Madredelamorhermoso! ¡Que siempre tenga que tocarme el hermano tonto de John Mc Lain!
En fin, que la estampita de marras, presumiblemente por la condición agnóstica de sus compañeros, ha desaparecido. A ninguno de ellos se le ha ocurrido dejar un registro en los impresos oficiales que existen para tal fin, las culpas botan de unos a otros con la justificación de "yo no estaba" y hasta que no pregunto, porque me dió por observar los monitores, no me confirman que la cámara de vigilancia nº 8 apunta directamente a mi coche.
Exijo ver al encargado pero por el camino que van las cosas, debería haberme figurado que la suerte no me lo iba a poner fácil:
-Pues mire usted, no está, porque ha tenido un niño, y como la semana que viene es Feria...
¿Y qué tendrá que ver el tocino con la Mecánica cuántica? me pregunto mientras mi caldera emocional alcanza el punto crítico de fusión.
Así que aquí me tenéis, persiguiendo a un neopadre que tiene en sus manos El Poder en forma de grabación; la compañía de seguros me avisa que perderé la bonificación si no justifico el choque, el Clon se cabrea por lo absurdo del sistema y yo me pregunto ¿Dónde están Horatio y sus chicos cuándo más se los necesita?
