¿Os he dicho alguna vez cuánto me gusta Paul Auster?
Yo podría enamorarme de este tipo, en serio. Ya lo hice de su prosa, de sus personajes, de su cuidada simpleza en el lenguaje y sus delicadas descripciones. De su aparentemente casual búsqueda del azar y de sus deliberadas bifurcaciones. De sus homenajes a Dashiell Hammett y de sus historias dentro de historias dentro de historias.
Este fin de semana han caido dos de sus novelas ambientadas en Nueva York: Brooklyn Follies y La noche del oráculo. A pesar de ser tan diferentes, ambas parten de un denominador común: un barrio -Brooklyn-, un convaleciente de enfermedad grave, y una recien descubierta nueva libertad tras los interminables días de hospitalización.
Ambas novelas describen los cruces de historias aparentemente anodinas pero con muy diferentes finales. Aunque nada queda dejado al azar.
Auster gusta de explorar las emociones humanas, las relaciones entre sus personajes, la aparente causística y los espejismos de sus autores dentro de sus historias.
Una de ellas, aparentemente de final feliz. La otra, como homenaje constante a El halcón maltés. Pero ambas impregnadas de esa visión particular que ya se ha convertido en algo tan característico.
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Ya, sebagian waktu lalu, Jokowi sempat mem...
Hace 6 años
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