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lunes, 27 de abril de 2009

Si te dicen que caí...



Lo sé, lo sé, soy lo peor. No tengo palabra.
Pero ¿cómo podía resistirme?
La tentación me cercaba desde múltiples frentes. Sólo podía oir una voz en mi cabeza: ¡Hazlo!
Y yo, que había jurado y perjurado que nunca lo haría, con premeditación y alevosía preparé todo lo necesario para regodearme en mi debilidad.
Y así llego en día en el que mi voluntad flaqueó.
Pero la culpa la tenéis vosotros, malvados.
Vosotros y vuestros cantos de sirena, que me han llevado al reverso tenebroso.
Ahora, soy una conversa y estoy a punto de transformarme en una lostie empedernida.
¡Ohdiosmio!
Me habéis convertido en un mostruo voraz.
Pero os voy a pedir un favor:
¡Ni una palabra de espoilers!




(La imagen inferior se la dedico a Juanra, por ser el que empezó con la presión psicológica)

sábado, 18 de abril de 2009

Déjame entrar (Let the right one in)

He de irme, y vivir o quedarme y morir.
Wiliam Shakespeare: Romeo y Julieta



Basada en la novela Låt den rätte komma in del escritor sueco John Ajvide Lindqvist , y que también firma el guión, la película Déjame entrar viene avalada por los premios en los festivales de Tribecca, European Fantastic Film Festivals Federation, Fantasia Festival y Festival Fantástico de Málaga.
El director Tomas Alfredson dirige una historia dónde Oskar, un chico de 12 años que sufre maltrato en el colegio, conoce a una extraña vecina a la que sólo ve de noche y que padece una extraña enfermedad. La historia es inquietante. Oskar, que no sabe defenderse, imagina en la soledad de su dormitorio la venganza mientras apuñala el aire con un cuchillo. Eli nunca sale de día, huele rara, no siente el frio extremo y vomita los caramelos. El siniestro hombre que acompaña a Eli narcotiza y desangra a jóvenes fornidos.
La historia, lenta en su concepción, aterra más en lo que sugiere. Los planos son extraños; a veces los adultos quedan fuera de plano y la historia se centra en los dos adolescentes y su amistad.
El pequeño Oskar, mezcla entre el Tadzio de "Muerte en Venecia" y el Alex de "La Naranja Mecánica" es un joven disfuncional que colecciona recortes de prensa de violencia, y la joven pero eterna Eli -"tengo 12 años desde hace mucho tiempo"- va a enseñarle que aunque él haya conocido la parte más oscura de la vida, ésta aún puede guardar maravillas.
Eli es adorable, manipuladora, frágil y letal. La elección de los chicos es una de las mejores bazas de un film que está rodado de una forma preciosista y que muestra tanto la soledad del hombre como la de la bestia arcana.

Déjame entrar nos muestra una historia donde el amor y el horror no están reñidos. En una concepción bergmaniana del film el director Tomas Alfredson reconoce que el truco está en que él nunca antes había dirigido una película de terror.

Lindqvist, que se ha declarado admirador de Morrissey (el que fuera lider de los Smiths) homenajea con el título de su novela una de las canciones del cantante británico:
Let the right one in
Let the old dreams die
Let the wrong ones go
They cannot
They cannot
They cannot do what you want them to
Oh...

Placeres minúsculos

Lo reconozco: soy hedonista.
Los seres humanos hemos nacido con la posibilidad de poder experimentar el placer. Y - salvando las distancias con los grandes goces de la vida a los que solemos aspirar- qué mayor deleite que el que nos proporcionan las pequeñas realidades cotidianas.

Calzarse las zapatillas, un trago de agua fresca, una leve caricia... yo no necesito grandes cosas para sentirme bien. ¡Qué felicidad da dormir en casa! ¡Qué gusto da lavarse la cara! O quitarse ese pelillo que lleva unos días resistiéndose. ¡Cuánta dicha en abrir un libro nuevo, en un abrazo, en una canción...! Tu voz al teléfono, saber que estás bien. Pintarse los labios. El color de una flor. Ganar al Scrabble. Un bocadito de chocolate. Caminar descalza por la arena mojada...
El Mundo es algo maravilloso que nos rodea. No comprendo a esas personas incapaces de gozar de los pequeños regocijos de la vida. Éstos son tan infinitos como nuestros anhelos.

miércoles, 15 de abril de 2009

Cerrado por quirófano


Si todo sale bien nos vemos en unos días.

¡Besos!

martes, 14 de abril de 2009

Diamante de las cosas que importan













Bueno, bueno...no sé si estoy en racha, o qué.
Porque no sólo he sido correspondida con vuestra amistad, sino que además, en un breve plazo, he sido honrada con otro nuevo galardón (Muchísimas gracias, Laura) que significa mucho para mí: que todo el esfuerzo por plasmar en palabras estas inquietudes y alegrías que me gusta compartir con vosotros han demostrado que sirven para algo. Ese es el veradero homenaje para mí.

Este premio tiene reglas, ya sabéis cuáles son.
Pero en esta ocasión me vais a permitir que las rompa para dedicarlo a todos los blogs a los que acudo y a los que me encanta leer. A aquellos que me hacen pensar, reir y participar en vuestras cosas.
A vosotros.
Ya lo sabéis.

viernes, 10 de abril de 2009

Premio a la amistad













La verdad, me he quedado a cuadritos cuando lo he visto.


¡Es mi primer premio bloguero! ¡Yupii!


Gracias a la gentileza de Alberich, que ha demostrado lo que significa ser un buen amigo.
Lo acepto encantada, y con la misma ilusión se lo regalo a mis amigos, a los que más me visitan y me alegran el día con sus comentarios:
Las reglas son:
a) Exhibir la imagen del sello.
b) Poner el enlace de la persona que te lo ha regalado.
c) Elegir diez personas para pasárselo.
d) Escribirles un mensaje en su blog para comunicarles el premio.

Muchos besos para todos.


Edito:
Muchísimas gracias también a Jose, a Laura, a Lal, a Cris y a Lenka -sí, y también a Ro- por devolverme el cumplido.

Y como el premio es mío, y las reglas se cambian a conveniencia, añado a una persona más para recibir el premio, que ella me ha concedido a mí de buen grado.
Va para tí, Doña.


miércoles, 8 de abril de 2009

jueves, 2 de abril de 2009

El traje de los Domingos


Una se imagina que a estas alturas y en una profesión como la mía, donde a diario comprueba cómo la enfermedad expone al hombre de forma inmisericorde hasta hacer que pierda incluso su individualidad, nada ni nadie lograría hacer que perdiera la calma.

Pero -¡gracias al cielo por los pequeños favores!- aún no he alcanzado ese grado de cinismo como para que algunos comportamientos no me dejen pensando: Eli, ésta te la apuntas.


El suceso que quisiera comentar ocurrió tal como sigue:

Una tarde de Domingo de guardia. Son las peores. Diríase que es el día en que las malas conciencias tratan de redimir la indiferencia hacia el enfermito del resto de la semana y , tratando de ganarse el favor familiar y el respeto perdido, actúan como si su mera presencia fuera imprescindible para la recuperación del yacente o el buen funcionamiento de los aparatos que lo acompañan.

En fin, que ya andaba medio encabroná de tanto tocarme las narices cuando comienzan a llegar los ingresos.

No voy a comentar nada de aquel al que la brusca interrupción de la salud le pilla de improviso (aunque mi abuela sí que tendría mucho que rezongar), sino de aquel otro que ingresa de forma programada, con cita de varios días de antelación, para la realización de alguna prueba diagnóstica u operación quirúrgica.

Pues bien, el sujeto del que trato de hablar pertenecía a esta segunda categoría.

Era un joven de unos 18/20 años. Venía acompañado de su madre y se notaba que no debían andar muy boyantes en cuanto a poder adquisitivo.

Hasta ahí, todo bien.

Pero cual no será mi sorpresa cuando vuelvo a la habitación tras esperar un tiempo para que se cambie y compruebo que, sin empacho ni vergüenza, el chaval se ha enfundado un pijama que imagino ya usado. Y me refiero a que tenía toda la pinta de ser el mismo que se acababa de quitar esa mañana.

Aparte de los lamparones y del siete que lucía en los fondillos, sus calcetines pedían a gritos aguja e hilo para cumplir satisfactoriamente su función de cubrir los dedos gordos de los pies que alegremente campaban a sus anchas entre un par de señores tomates.


Estamos en crisis, soy perfectamente consciente de ello. Sin embargo, no entiendo qué tiene que ver el tocino con la velocidad.

Que el ser pobre nunca ha estado reñido con ser limpio. Y que si la madre tenía para comprarle un donut al chaval seguro que tiene para detergente y costura.


Recuerdo de pequeñita que, aparte de la ropa de diario, mamá conservaba celosamente guardado en el ropero lo que ominosamente se llamaba "el traje de los Domingos" y que sólo se sacaba en caso de cumplirse uno de estos tres supuestos:

-Que fuera Domingo de Ramos y todos los que le seguían.

-Que fuéramos de visita a ver a alguien importante.

-Para ir al médico.


Yo aún tengo grabado en lo más profundo de mi memoria genética esa idea de dar buena impresión sobre todo cuando vas a ver a un señor ante el que al final acabas desnudándote. Cuando compartes con un extraño tal grado de intimidad.


Mi abuelita, con sus viejas y anticuadas ideas, guardaba en un baúl todo lo necesario por si alguna vez debía acudir al hospital. Ella se hubiera muerto de vergüenza si la hubieran pillado sin sentirse perfectamente preparada para los imprevistos.

Recuerdo que una vez a punto de salir perdí el botón de una falda y, para no perder tiempo, la sujeté provisionalmente con un imperdible hasta mi vuelta a casa.

Mi abuela, con gesto displicente, murmuró:

-No deberías salir así a la calle. ¿Y si te pasa algo y te tienen que desnudar?

Compañeros de viaje