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martes, 29 de mayo de 2007

La dama de Shalott


Permitidme que me dedique una de las historias más bellas de la literatura del Romanticismo: El famoso poema de Lord Tennyson



LA DAMA DE SHALOTT

I
A ambos lados del rio se despliegan
sembrados de cebada y de centeno
que visten la meseta y el cielo tocan;
y corre junto al campo la calzada
que va hasta Camelot la de las torres;
y va la gente en idas y venidas,
donde los lirios crecen contemplando,
en torno de la isla de allí abajo,
la isla de Shalott.
El sauce palidece, tiembla el álamo,
cae en sombras la brisa, y se estremece
en esa ola que corre sin cesar
a orillas de la isla por el rio
que fluye descendiendo a Camelot.
Cuatro muros y cuatro torres grises
dominan un lugar lleno de flores,
y en la isla silenciosa vive oculta
la Dama de Shalott.
Junto al margen velado por los sauces
deslízanse tiradas las gabarras
por morosos caballos. Sin saludos,
pasa como volando la falúa.
con su vela de seda a Camelot:
mas, ¿quién la ha visto hacer un ademán
o la ha visto asomada a la ventana?
¿O es que es conocida en todo el reino,
La Dama de Shalott?
Sólo al amanecer, los segadores
que siegan las espigas de cebada
escuchan la canción que trae el eco
del río que serpea, transparente,
y que va a Camelot la de las torres.
Y con la luna, el segador cansado,
que apila las gavillas en la tierra,
susurra al escucharla: "Ésa es el hada,
La Dama de Shalott".
II
Allí está ella, que teje noche y día
una mágica tela de colores.
Ha escuchado un susurro que le anuncia
que alguna horrible maldición le aguarda
si mira en dirección a Camelot.
No sabe qué será el encantamiento,
y así sigue tejiendo sin parar,
y ya sólo de eso se preocupa
la Dama de Shalott.
Y moviéndose en un límpido espejo
que está delante de ella todo el año,
se aparecen del mundo de las tinieblas.
Allí ve la cercana carretera
que abajo serpea hasta camelot:
allí gira del río el remolino,
y allí los más cerriles aldeanos
y las capas encarnadas de las mozas
Pasan junto a Shalott.
A veces, un tropel de damiselas,
un abad tendido en almohadones,
un zagal con el pelo ensortijado,
o un paje con vestido carmesí
van hacia Camelot la de las torres.
Y alguna vez, en el azul espejo,
cabalgan dos a dos los caballeros:
no tiene caballero que la sirva
la Dama de Shalott.
Pero aún ella goza cuando teje
las mágicas visiones del espejo:
a menudo en las noches silenciosas
un funeral con velas y penachos
con su música iba a Camelot;
o cuando estaba la luna en el cielo
venian dos amantes ya casados.
"harta estoy de tinieblas", se decía
la Dama de Shalott.
III
A un tiro de flecha de su alero
cabalgaba él en medio de las mieses:
venía el sol brillando entre las hojas,
llameando en las broncíneas grebas
del audaz y valiente Lanzarote.
Un cruzado por siempre de rodillas
ante una dama fulgía en su escudo
por los remotos campos amarillos
cercanos a Shalott.
Lucía libre la enjoyada brida
como un ramal de estrellas que se vé
prendido de la áurea galaxia.
Sonaban los alegres cascabeles
mientras él cabalgaba a Camelot:
y de su heráldica trena colgaba
un potente clarín todo de plata;
tintineaba, al trote, su armadura
muy cerca de Shalott.
Bajo el azul del cielo despejado
su silla tan lujosa refulgía
el yelmo y la alta pluma sobre el yelmo
como una sola llama ardían juntos
mientras él cabalgaba a Camelot.
Tal sucede en la noche purpúrea
bajo constelaciones luminosas,
un barbado meteoro se aproxima
a la quieta Shalott.
Su clara frente al sol resplandecía,
montado en su corcel de hermosos cascos;
pendían de debajo de su yelmo
sus bucles que eran negros cual tizones
mientras él cabalgaba a Camelot.
Al pasar por la orilla y junto al rio
brillaba en el espejo de cristal.
"tiroliro", por la margen del rio
cantaba Lanzarote.
Ella dejó el paño, dejó el telar,
a través de la estancia dio tres pasos,
vio que su lirio de agua florecía,
contempló el yelmo y contempló la pluma,
dirigió su mirada a Camelot.
Salió volando el hilo por los aires,
de lado a lado se quebró el espejo.
"Es ésta ya la maldición", gritó
la Dama de Shalott.
IV
Al soplo huracanado del levante,
los bosques sin color languidecían;
las aguas lamentábanse en la orilla;
con un cielo plomizo y bajo, estaba
lloviendo en Camelot la de las torres.
Ella descendió y encontró una barca
bajo un sauce flotando entre las aguas,
y en torno de la proa dejó escrito
La Dama de Shalott.
Y a través de la niebla, río abajo,
cual temerario vidente en un trance
que ve todos sus propios infortunios,
vidriada la expresión de su semblante,
dirigió su mirada a Camelot.
Y luego, a la caída de la tarde,
retiró la cadena y se tendió;
muy lejos la arrastró el ancho caudal,
la Dama de Shalott.
Echada, toda de un níveo blanco
que flotaba a los lados libremente
-leves hojas cayendo sobre ella-,
a través de los ruidos de la noche
fue deslizándose hasta Camelot.
Y en tanto que la barca serpeaba
entre cerros de sauces y sembrados,
cantar la oyeron su canción postrera,
la Dama de Shalott.
Oyeron un himno doliente y sacro
cantado en alto, cantado quedamente,
hasta que se heló su sangre despacio
y sus ojos se nublaron del todo
vueltos a Camelot la de las torres.
Cuando llegaba ya con la corriente
a la primera casa junto al agua,
cantando su canción, ella murió,
la Dama de Shalott.
Por debajo de torres y balcones,
junto a muros de calles y jardines,
su forma resplandeciente flotaba,
su mortal palidez entre las casas,
ya silenciosamente en Camelot.
Viniendo de los muelles se acercaron
caballero y burgués, señor y dama,
y su nombre leyeron en la proa,
la Dama de Shalott.
¿Quién es ésta?¿Y qué es lo que hace aquí?
Y en el cercano palacio encendido
se extinguió la alegría cortesana,
y llenos de temor se santiguaron
en Camelot los caballeros todos.
Pero quedó pensativo Lanzarote;
luego dijo: "tiene un hermoso rostro;
que Dios se apiade de ella, en su clemencia,
la Dama de Shalott".

viernes, 18 de mayo de 2007

Quadrophenia



Que levante la mano el que no se haya sentido en algún momento de su vida como si tuviera una doble existencia.
Yo, como buena Géminis que soy, oscilo habitualmente entre una y otra. Ya da una pista la dirección de este blog.
Pero anoche tuve una revelación: Soy cuatro personas a la vez.
¡Y Holywood ha rodado una película basada exclusivamente en mi!
No me lo podía creer...Tal y como iba avanzando la trama comprobaba cómo todo encajaba.
La historia, obviamente, está contada en clave metafórica, por lo que a todos los efectos pudiera parecer la típica película de sueperhéroes americanos.
Pero a mí no me engañan. Todo lo que cuentan lo he vivido yo antes...
La vida te golpea constantemente; tragedias, errores, responsabilidades, desengaños...pero mi primera personalidad no me permite rendirme. Hay que ser de roca maciza para soportar estoicamente las vicisitudes impuestas por quienes nos rodean. Y yo he comprobado una y otra vez que tengo una espalda dura para acarrear con lo que sea.
Hay que ser de fuego, para evitar ser consumida en las estelas de las pasiones. Porque, eso sí, cuando tomo una decisión la acato tan vehementemente, tan ardientemente que no concibo detenerme o volver aunque me calcine en el intento.
En otras ocasiones lo que necesito o ansío me obligan a estirarme insospechadamente. Pienso que alguna vez llegaré al límite de tensión, pero de momento, no tengo más remedio que conservar la flexibilidad necesaria para no romperme ante el viento de las adversidades.
Pero la personalidad en la que últimamente más me reconozco es la mujer invisible. Aunque yo no tengo su capacidad para usar sus poderes a voluntad. Más quisiera yo...pero no. Mi poder de invisibilidad es absolutamente inoportuno. Siempre viene cuando menos se lo necesita.
Y no, yo no tengo una canción para cada estado de ánimo, ni nada que ver con The Who. Pero ojalá tuviera una Scooter, como Jimmy, para escapar de vez en cuando.

viernes, 11 de mayo de 2007

Al este del Edén


Escoges una vida. Escoges un camino y lo llenas de amigos y familia. Escoges una profesión con lo que conlleva. Escoges una relación con sus altos y sus bajos. Escoges una diversión...Y te acomodas.
Pero...de repente un hecho extraño voltea tu aparentemente pacífica existencia y desapareces de tu mundo construido de esas pequeñas cosas cotidianas que te dan esa característica sensación de seguridad, a las que te aferras diariamente para mantener la ilusión de cordura.
Y te das cuenta que al fin y al cabo no se está tan mal. Que el Mundo sigue ocupado en sus pequeños quehaceres sin preocuparse mucho de tu ausencia, pero también tú sigues y sigues sin preocuparte del Resto del Mundo lo que, para variar, es una experiencia tremendamente refrescante.
Yo soy un animal social ¡No permita el Cielo que eso me falte!.
Pero ahora sé que también hay vida, aunque sea interior, fuera del Paraiso. Y que merece la pena visitarla de vez en cuando.

¿Quieres oirla?

martes, 1 de mayo de 2007

Pretty woman


Parece paradójico que nos llevemos media vida menospreciando la importancia del aspecto físico cuando precisamente por la apariencia es por lo que somos juzgados en la mayoría de ocasiones. De hecho, es en algunos casos nuestra facha lo que condiciona la manera de actuar de quienes nos rodean.
Esto que voy a contar me sucedió hace sólo dos o tres días.
Madrugada de Feria, Sábado a las siete y media de la mañana. Mientras me dirijo al trabajo la Guardia Civil se dedica a parar incautos para llenar las arcas del estado con las consabidas multas por hiperalcoholemia.
Cuando me toca pasar a mí parece que llevan un rato sin hacer nada, así que ipso facto levantan el sable láser y me indican, desde lejos aún, que pare junto al bordillo.
Yo, que soy profundamente respetuosa con la autoridad establecida, reduzco, paro, quito la música y bajo la ventanilla mientras me dirijo al agente muy solícita:
-Buenos días, agente. ¿Es necesario que baje del vehículo?
El maromo me pega un vistazo: Bien arreglada, oliendo a recién perfumada y con el uniforme del hospital en el asiento de al lado.
-Siga, señora, no es necesario que baje. Y perdone.

Jaja, ya sé que no me ha salvado la vida, pero es curioso como la imagen que proyectamos sobre los demás los conmina a tratarnos de una forma que parece casi preestablecida.
Yo no me siento muy diferente a los demás, pero creo que en la sociedad en la que vivimos ser una señora de cuarentaytantos, con un cierto nivel social y cultural te abre muchas puertas.
¡Me alegro! Ya era hora que le encontrara cierta ventaja a lo que los anuncios llaman peyorativamente "La edad de la flaccidez, las arrugas y el descolgamiento".
Donde haya una buena cuarentona que se quiten esas jovenzuelas de cuerpos perfectos. Qué nos cuenten cuantas veces han tenido que soplar ellas por el aparatito;-)

Compañeros de viaje