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viernes, 27 de junio de 2008

Medianoche en el Jardín del Bien y del Mal


Hace poco más de un mes hablaba de Yoli y sus labios cerúleos. Tenía ocho añitos y así es como la recordaremos para siempre.
Yoli no lo ha logrado. Tampoco (llamémosle hoy así) Alberto.
Ni siquiera le ha dado tiempo de esperar a saber el resultado de las deliberaciones de un comité de trasplantes que decide quién vive y quién muere.
Alberto tenía veintiocho años y gustaba de bromear conmigo:
-Deja de buscar al hombre de tu vida, morena. ¡Lo tienes delante!.
Y sonreia sabiendo la vida no le iba a dar ninguna oportunidad.

Pero en el Olimpo de mis diosecillos caprichosos debe existir la manzana de la discordia. Y quizá alguno trate de mediar o simplemente, en su crueldad, de darme un respiro. Porque a pesar de todo, algunas de las mayores preocupaciones de mi vida están viendo la luz.
Mi mitad egoista salta de contenta.
Mi mitad solidaria llora en silencio.

Y en esa duplicidad el Verano se nos ha echado encima.
Y ya ha empezado a hacer de las suyas.

martes, 24 de junio de 2008

El Juego del Ángel


Confieso que caí en las redes de la mercadotecnia y compré este libro el mismísimo día que se puso a la venta.
Ya hace algunos años que acabé La sombra del viento con tan buen sabor de boca que recelaba bastante de que esta nueva novela del autor fuera a cumplir mis expectativas. Así que la he tenido castigada todo este tiempo a la espera de que llegara su momento.
Y llegó, el Sábado pasado.
Anoche terminé. Y no puedo creer lo corta que se me ha hecho.

El argumento gira sobre la figura de David Martín, un joven don nadie que malvive haciendo recados en la dirección de una rotativa de la Barcelona de la revolución industrial y la Exposición Universal y que es descubierto como un excelente novelista por un buen amigo.
Un contrato titánico con un par de déspotas lo obliga a escribir una serie de novelas de folletín bajo pseudónimo.
La vanidad de ver su propio nombre impreso, la lujuria de un amor imposible, la avaricia de una buena vida...todo ello lo lleva a tomar una de las decisiones más importantes de su vida.

Carlos Ruiz Zafón vuelve a la Barcelona gótica con una novela de prosa impecable, llena de diálogos inteligentes y de una muy cuidada selección de frases.
Los homenajes a Poe, Corman o Hitchcock, que podrían caer en el ridículo, se salvan por la acertada redacción en primera persona.
Volvemos a encontrar aquí a viejos conocidos como Gustavo Barceló, el señor Sempere, Isaac, pero sobre todo esa Barcelona misteriosa y lánguida de la que me he vuelto a enamorar.

Me alegro de no haber esperado más para leerlo. Y ahora, me alegro de compartirlo.

domingo, 22 de junio de 2008

Love Comes Quickly


¡Ayns! Que cosa más tierna. La niña se nos ha enamorao.
¿Quién lo iba a decir, con esa edad? Y naturalmente, de un compi, de un amiguito.
Sé que aún no se han dicho nada, que todavía están en esa fase en la que pedirse un boli prestado es el no va más de la felicidad. En la que sentarse juntos a escribir genera más electricidad que Chernobil. Y así tenemos a la niña: atómica.

La verdad es que es encantador ser espectadora de cosas así, ser confidente y consejera. Pero sobre todo es maravilloso que le permitan a una compartir toda esa dicha y excitación.

Me encanta la forma en que estás llevando el asunto. La alegría que llevas puesta nos vuelve un poco más alegres a los demás. La forma de encarar esa ilusión, de mantener la expectativa y disfrutar con lo que la vida te pone por delante.
Te lo juro, cariño. Cuando sea grande, quiero ser como tú.

¿Quieres oirla?

sábado, 21 de junio de 2008

Lo Que Queda Del Día


Nunca he podido tener verdadero respeto por las personas incapaces de mantener una palabra, una promesa, una opinión.
Pones tu confianza, tus expectativas en alguien que constantemente te defrauda. Y al final acaba perdiendo toda la credibilidad y tú la ilusión pueril de que esta vez sea diferente.
Yo creo que hay verdadero honor en mantener los principios, en el compromiso tácito con uno mismo para arrostrar el sacrificio que a veces supone serse fiel.
Claro que es mucho más fácil dejarse arrastrar por la corriente. Pero a la larga, es también mucho menos satisfactorio.
Sin embargo, encuentro una excepción en ser consecuente: los extremismos.
Hay que ser fuerte para mantener la propia ideología, las convicciones, los compromisos...pero no lo bastante como para perder la flexibilidad que algunas circunstancias requieren.
No entiendo a las personas que son capaces de sacrificar la felicidad propia o la ajena, su bienestar o el de otros, por un concepto del orgullo mal entendido.
La vida te enseña que muchas veces hay que agachar la cabeza y ser lo bastante humilde como para reconocer que nos hemos equivocado.
Y no pasa nada: siempre se puede retomar el camino.
Siento lástima de los Stevens que andan por ahí con la cabeza tan alta. No verán las piedras del camino hasta que tropiecen con ellas.

lunes, 16 de junio de 2008

La Hoguera de las Vanidades

Termina la Feria del Libro de Madrid y proliferan los comentarios de los visitantes que, aparte de la experiencia cultural, andan como embobados -reconozco que yo también caí en ese frívolo pasatiempo- a la caza del rostro conocido.

La Feria es una maravillosa oportunidad para darse un baño de multitudes contenida éstas por la sabia protección de un mostrador repleto de obras propias y ajenas con la esperanza de alentar con la sonrisa y la pose afectada al desembolso que de otra manera jamás ocurriría.
Los hay que baten récords en una sola tarde -¿fueron 2500 las firmas de Ken Follet?-. Y los hay que atraen a la gente por su carisma, desparpajo o ranking televisivo.
Todos hemos sabido de la presencia allí de Boris Izaguirre, Aída, el juez Garzón, Julián Lagos, Sánchez Dragó, Vázquez Figueroa, Almudena Grandes, Guillermo Fesser, Lorenzo Silva, Francisco Ibáñez, Antonio Mingote, y tantos otros.
Algunos, los profesionales de verdad, viven la experiencia como parte de su trabajo. Tan importante es la promoción como la publicidad. Otros, simple y llanamente superferolíticos de vocación, se exponen como mercadería.
Largas colas esperan frente a las casetas populares mientras los famosos y famosetes soportan los flashes, las peticiones, los saludos y las críticas con la perfecta cara de satisfacción.
Pero hubo un caso que me hizo replantearme mi actitud.
En una de las casetas más solitarias aguardaba Miliki, el antiguo payaso de la tele.
Verlo fue como encontrar a alguien familiar, como un abuelito perdido.
Reconozco que me intimidó su clase, su saber estar: aguardaba con una sonrisa lánguida a que alguien se acercara a comprar o simplemente a hablar de su libro. Pero no perdía la compostura con las fotos o los comentarios de la gente que no paraban de señalarle con el dedo, sin querer otra cosa que el trofeo visual de turno.
Me sentí extrañamente cohibida en su presencia, frente a tamaña serenidad. Parecía tan mayor y vulnerable y a la vez tan digno que fui incapaz de hacer otra cosa más que dedicarle un saludo con la cabeza.
La presencia del resto de escritores dejó de tener significado o importancia para mí.
He decidido que casi prefiero continuar con la imagen mental que poseo de mis autores favoritos, y obviar toda posibilidad de descubrir sus pies de barro.
A no ser que nos inviten a Cenar en la Taberna, claro. ;-)

miércoles, 11 de junio de 2008

Coraline


Después de la decepción que supuso Objetos frágiles no estaba muy convencida de retomar a Neil Gaiman tan pronto.
Pero parece que a veces las cosas ocurren porque tienen que ocurrir de esa manera.

Hacía más de un mes y medio que tenía Coraline encargado en mi librería habitual, pero a causa de unas obras el libro nunca llegaba. Tampoco me importaba mucho, máxime teniendo en cuenta el regustillo amargo que aún conservaba del autor. Así que no volví a preguntar por él.
Pero este fin de semana he visitado la Feria del Libro de Madrid.
Me encanta pasear por delante de las casetas, deleitarme con los títulos, observar a los autores que firman ejemplares, disfrutar de las expresiones y conversaciones de la gente que va, como yo, a pasar un rato de gozo.
No buscaba nada en especial. Tonteaba con éste o aquél título, preguntaba por ése u otro, hojeaba sobrecubiertas e ilustraciones cuando, literalmente, Coraline saltó a mis manos.
Ya iba bien cargada con dos buenos tochos, pero pensé que quizá Gaiman me sirviera para amenizar las dos horas y media del AVE, así que sin pensarlo siquiera me llevé el ejemplar.
No volví a pensar en él en todo el finde, hasta que estuve sentada en el tren y lo abrí. Y en cuanto empecé a devorarlo ávidamente tuve que dosificarme para que no se me acabara antes de llegar a Sevilla.

Explicaba Neil Gaiman en una entrevista: “Recuerdo que cuando era un crío leí algunos libros, escritos por adultos, acerca de la niñez o desde la perspectiva de un niño. Y al leerlos pensaba: ¿Por qué no se acuerdan? No hace tanto que esta gente tenía ocho o diez años, no pueden tener más de cincuenta... Son sólo cuarenta. ¿cómo es que se han olvidado?”
Y él ha conseguido escribir un libro de terror con una niña de protagonista. Una niña con la que no se implica emocionalmente pero a la que va siguiendo desde su perspectiva de niña.

Muchas críticas han comparado a Coraline con Alicia. Pero el mundo del otro lado de la puerta no es la versión macabra del mundo del otro lado del espejo.
Coraline se adentra en el reverso tenebroso de un mundo lluvioso que la aburre y donde nadie le hace caso e incluso donde equivocan su nombre.
La puerta número catorce la lleva a una casa donde todo gira para satisfacer sus deseos más hedonistas, pero...Coraline va a necesitar de todo su coraje para demostrar hasta dónde es capaz de llegar para salvar lo que de verdad importa.





lunes, 9 de junio de 2008

R-E-S-P-E-C-T

Hace ya bastante tiempo que vengo observando que en el- al menos, para mí- nuevo mundo de los blogs no existen verdaderas normas de cortesía o respeto.
Contamos con la educación y reciprocidad de quienes nos visitan, pero no podemos garantizar la buena voluntad que la distancia, la ambigüedad o el anonimato parecer ignorar en ocasiones.

No sé. Quizá yo sea demasiado exigente. O completamente obsoleta. O es que la cortesía cibernética aún no está inventada. Pero no puedo evitar asombrarme cada día de las cosas que se pescan por aquí.

Y eso que yo puedo considerarme de las afortunadas. A fin y al cabo esta válvula de escape personal tiene los espectadores contados. Cosa, por otro lado, expresamente buscada.
Pero si eres de los que no le interesan lo que aquí leen por favor, no pierdas tu tiempo ni me hagas perder el mio.

Gracias.

¿Quieres oirla?

viernes, 6 de junio de 2008

Holiday


¡Estoy cansado, Gandalf! Sé que no lo aparento, pero ya lo siento en mi corazón. Me siento frágil, disperso como mantequilla untada sobre demasiado pan. Necesito vacaciones. Unas buenas vacaciones, y no espero volver. La verdad, no pienso hacerlo.
Así hablaba el viejo Bilbo. Y aunque no es exactamente el caso, yo también siento en mi corazón que necesito una vacaciones. Unas buenas vacaciones de responsabilidades, sustos, enfados, reclamaciones y decepciones.
Es mucho lo que llevo sobre mis hombros, y es obligado que comience a desprenderme de algunas cargas.

Por lo pronto, me conformo con desaparecer el fin de semana a un lugar donde seré yo a quién cuiden, a quién mimen. De momento, no suena nada mal ¿verdad?

Trataré de poner la mente en orden, de vaciarme de toda mala sensación, de disfrutar del momento y a la vuelta...ya veremos.

¡Nos vemos el Domingo!



¿Quieres oirla?

martes, 3 de junio de 2008

Quiero ser un Bote de Colón


Pasmada me deja el grado de estupidez superlativa que es capaz de alcanzar el hombre en su propia vanidad.
Ya no nos conformamos con tratar de sobresalir, sino que ahora además tenemos que hacerlo de forma que llamar la atención se está convirtiendo en la seña de identidad básica para los que petenden ver su nombre en el Olimpo del Neón.

Los quince minutos de Andy Warhol no bastan. El silogismo de Oscar Wilde, tampoco. Ya no se trata de que hablen de uno aunque sea mal, sino de convertirse en alguien mundialmente reconocible aún a costa- o precisamente por eso- de quedar como un capullo.

¡Oh! Pero-eso, sí- se me olvida una premisa básica: Siempre es por una buena causa, una causa desinteresada, filantrópica, humanitaria, ecológica o una de tantas excusas tan perfectamente altruistas. Nunca es para verse en la tele, claro.
Y algunas veces, desgraciadamente, los planes no salen bien.
No pretendo poner aquí ningún ejemplo, aunque los que me leen podrán recordar un triste suceso acaecido no hace mucho. Porque lo que yo pretendía era denunciar que hasta en el humilde mundo de la vulgar gente de a pie se cometen estupideces por el egoismo absurdo de destacar.
Y lo más triste es que no se dan cuenta de lo patéticos que resultan observados desde la distancia. Que pisar el cuello de los demás para trepar nunca da una estampa gallarda. Y que el onfalocentrismo no interesa más que al pobre imbécil al que le encanta oirse.
Aunque siempre habrá algún pobre idiota aún más infeliz que caiga en su red.


¿Quieres oirla?

Compañeros de viaje