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martes, 16 de marzo de 2010

Et les yeux dans les yeux...


Debían de andar por los doce o trece años y hubiera apostado mi perdida inocencia a que era la primera vez que salían juntos.
Él, aire rebelde con ese estudiado descuido al vestir, colocaba su brazo de forma protectora sobre el hombro de la chica que, ojos delineados en negro negrísimo asomando entre un sofisticado flequillo, aferraba su mano de forma casual.
Querrían ser mayores, más duros, más modernos... pero su lenguaje corporal no engaña a nadie: bajo su dura apariencia asomaba la vulnerabilidad, los nervios y la vergüenza.
Sin embargo todo eso quedaba olvidado al ver la intensidad de sus miradas. Sus ojos se buscaban constantemente. Evitaban al resto del mundo casi por instinto y si alguien o algo les obligaba a apartar la vista para no tropezar, rápidamente volvían a buscarse el uno en el otro con el anhelo y la intensidad que no se dan más que en el primer amor.

Reconozco que por un segundo los envidié, la frescura de sus nuevos sentimientos, la fuerza de sus deseos, incluso eché de menos el terror de la inexperiencia, ese latido extra del corazón. Luego pensé en las ganas de crecer que tenemos a esa edad, sin darnos cuenta del paso irreparable, de lo que dejamos atrás.

Tengo que darles las gracias, porque durante un segundo volví a ser una niña. Y en mi cabeza volví a escuchar a Françoise Hardy -el francés fue mi segunda lengua infantil- tarareando su famosa canción: "Tous les garçons et les filles de mon âge se promènent par la rue deux par deux..."

7 comentarios:

Inés Valencia dijo...

Qué preciosidad, Eli!
Sabes qué? a mí no me ha traído recuerdos de la infancia, ni siquiera de la adolescencia. Quién me iba a decir a mí que el primer amor, ese del que hablas, el de chocarse contra las farolas, saltarse semáforos en rojo.... me iba a los 25.

Eli dijo...

A mí también me llegó el amor real bastante tarde, Lal. Pero ¿tú nunca has sentido de jovencita un brinco en el corazón por un roce casual, una palabra, un comentario...?
Yo, como Bécquer, ¡cuántas veces no hubiera dado un mundo por una mirada!

Cris dijo...

Pues a mi el amor real no me ha llegado aún. Pero el día que llegue espero que sea tan bonito como eso que has contado, Eli.
Besos.

Lenka dijo...

Yo recuerdo con intensidad gigantesca los primeros amores. Los primerísimos, tan precoces (no exagero, allá por los seis años ya me enamoré yo como una borrica) eran un simple desatino incomprensible que te tenían suspirando por el niño tal, mirándole todo el rato en la distancia... y nada más. Porque no había nada más ni siquiera para soñar o imaginar!!! "Quiero que sea mi novio", pensaba yo sin saber qué diantres sería aquello!!

Los amores de los doce, los catorce años, otro desbarajuste absurdo, pero con un pelín más de información (no mucha más, jajaja). Recuerdo el arrebato de las hormonas en la adolescencia, la curiosidad, y, curiosamente, un anhelo muy fuerte de encontrar a "alguien". O bien es que siempre fui muy mística, o había leído demasiadas tonterías. No lo sé. Sí sé que desde bien jovencita me empeñé en creer que eso del amor era una cosa grandiosa y megasupertotal, un encontrar efectivamente a tu otra mitad, a alguien que sintiera y pensara como tú y caminara bien cerca. Para mí que me sentía un poco sola, simplemente.

Después, el cinismo y el escape. El amor no era nada de eso, así que lo mejor era tomárselo todo por el lado divertido. Las épocas de experimentar y cambiar. Claro que, siempre te das alguna piña por encapricharte demasiado de alguien.

No es que reniegue de nada de aquello, todas las fases me parecen reales de algún modo (en aquel momento y en aquel "yo") pero debo decir que miro atrás y no, no tenía idea. O al menos no tenía idea de que podía ser así, como ahora.

Cris, ya ves que al final somos legión. A mí el amor, el gordo, el real, el que da vértigo, el de chocarse contra las farolas, y, sobre todo, el correspondido sin miedos ni zarandajas (por mi parte y por la otra), el primero auténtico, de verdad de la buena, me llegó a los 29 largos. Supongo que porque ya era adulta de verdad y la otra persona era adulta también, y supimos verlo sin despistarnos en nuestras propias boberías y miedos. Y, lo más gracioso, es que encima llegó cuando yo ya empezaba a creer que no existía lo que yo buscaba. Creo que Eli y Lala me darán la razón en esto: el día que te llegue lo sabrás. Y fliparás de colores!!!! Porque es que, además, no te mereces ni mijita menos!!!

Inés Valencia dijo...

Pues la verdad es que he sentido todas esas cosas más bien mayorcita, de jovencita estaba yo un poco atontada. En fin, pero si estuve casi 10 años con una persona que, la mayor parte del tiempo, ni fú ni fá... :S

Sra de Zafón dijo...

Pues yo soy una precoz, como Lenka, y recuerdo mi primer amor a los tres años, y que las horas más excitantes del día eran las de los viajes en el autobus (me enamoré del conductor) y los vuelcos de mi corazón, cuando me cogía en brazos y me llevaba a mi asiento. Y el beso que me pedía...estaba loca por él, jajajajajajaaja.

Después cada amor que tenía me parecía el mejor de todos, sobre todo el último que sentía, por eso ahora que estoy enamorada más que nunca relativizo y pienso que si algún día me vuelvo a enamorar pensaré que es el mejor amor de todos.

Muy linda tu entrada, Eli, con un sabor a inoncencia que si es dificil volver a sentir.

Besos

Lenka dijo...

Pues fíjate, a mí ahora no me apetece relativizar. Claro que sé que esto no tiene por qué durar siempre, y que si termina no me voy a morir (aunque en el momento crea que sí yo misma sabré que no es cierto) pero es que, aunque no sea la primera vez que amo, sí que es la primera vez que me aman. Y chica, cómo te lo diría... esto es nuevo para mí, de hecho pensaba que no pasaría nunca.

Así que no, aunque soy consciente de la realidad, no quiero dejar de sentir que ESTE es mi primer amor. El primero real y auténtico por ambas partes. Ojalá me dure siempre, pero si no es así, mira, al menos ahora ya sé lo que es.


Compañeros de viaje