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domingo, 16 de noviembre de 2008

Campo de Espinos


Tenía dieciséis años, se llamaba Juani y era lo más bonito que Eduardo había visto en su vida.
Nunca se había fijado mucho en las chicas del instituto, pero una mañana la vio caminado delante de él, cruzando por delante de su coche, preciosa, seductora, con ese movimiento cuasi felino que hacía que desde entonces se le secara la boca al pensar en ella.
Pasaban juntos una hora al día en la clase de Filosofía, pero Juani comenzó a notar su interés y la forma en que su mirada la seguía constantemente.
La irritación dio paso a la curiosidad y una tarde, al salir del recinto, lo abordó.
Tímidamente al principio, un poco más segura después, Juani tanteaba el terreno tratando de descifrar la expresión de Eduardo.
Al principio había esperado con cortés atención; cuando empezó a darse cuenta de las intenciones de ella su boca comenzó un rictus de disgusto.Pero al suplicarle ella que la acompañara hasta casa no pudo negarse: estaba oscuro y el barrio no era de los mejores de la ciudad.

El corazón de Eduardo saltaba en su pecho; sabía que lo que estaba haciendo no estaba bien, pero aún peores era las cosas que pasaban por su cabeza. Y podía buscarse un problema: ella era menor de edad y él un profesor de Filosofía de cuarenta y dos años y tremendamente infeliz en su matrimonio. Pero el tener una esposa a la que odiaba, Berta, adicta al bingo y a la Paroxetina no le daba justificación para seducir a una alumna.

Juani estaba en una nube: se sentía hermosa, se sentía audaz, se sentía ADULTA en resumen. Aún no se podía creer que estuviera en el coche del profe de Filosofía del que más o menos todas sus amigas andaban enamoriscadas. Eduardo poseía esa serena placidez del hombre culto, ese atractivo del maduro que aparenta estar de vuelta de todo y del que él era absolutamente ignorante, lo que lo hacía aún más deseable.

Su romance se convirtió en una tortura para Eduardo; anhelaba complacerla y su felicidad sólo era completa cuando ella era feliz. Pero Juani comenzó a desear más y más...
Al principio fueron pequeños caprichos materiales, pero eso ya no bastaba. Quería una relación completa, madura y abierta, algo que él no podía ofrecerle.Y comenzó a exigir.
Lo esperaba a la salida de todas sus clases, se sentaba en el capó de su coche con aire posesivo y desafiante para quien se atreviera a mirarla juzgándola, marcaba el número de su móvil aún en las ocasiones en las que sabía que era inoportuna y empezó a introducir en la cabeza de Eduardo el germen de una idea peligrosa: ella quería que se fugaran juntos.
A pesar de la resistencia de él, ella notaba cómo iba socavando su voluntad, cómo insistiendo estaría a punto de culminar su aspiración. Y por fin podría abandonar aquel barrio de mierda.

Una noche recibió un SMS de su móvil:
-Prepara un macuto. Te recojo en una hora en la puerta del instituto.


Nunca volvieron a verla por el barrio. Dejó de ir a clase y Eduardo, convertido en el hazmerreir de unos y objeto de piedad de otros, se transformó en la ruina del hombre que una vez había sido. Mientras en su casa Berta- mil euros y una amenaza imposible de ignorar- fumaba y reía en su venganza.

El azar no se portó muy bien con Juani. Vagó por las principales capitales tratando de obtener éxito en alguna frustrada ilusión de cantante de éxito. Robó, vivió en la calle y tonteó con el peligro de la seducción del largo consuelo artificial de la química.
Ahora malvive poniendo copas en un pub de noche y de telefonista de telemercadotecnia durante diez horas al día.
Han pasado trece meses pero no hay un sólo día en que, más o menos a la hora de la siesta, llame a casa de la zorra que la obligó a huir. Ruin represalia para un acto que la apartó de lo que ella creía que más amaba.


(Con el permiso de doña Charlotte y todo el respeto del mundo)

8 comentarios:

Lal dijo...

Jo nena, qué duro.

Ado dijo...

Estoy de acuerdo con Lal. Esperando otra historia.

Lenka dijo...

Guau, realmente duro. Grandezas y miserias humanas. Enhorabuena, Eli.

Cris dijo...

Qué duro. Esperamos la siguiente, Eli.

Jose dijo...

Vaya Eli, las llamadas a la hora de la siesta han despertado en ti instintos de peli oscura. Me ha gustado mucho, pero como con el Master, ¿para cuando una historia feliz?

Eli dijo...

Hmmmmm... está visto que voy a tener que se más clara.
¿Es que nadie lo ha pillado?

Juan dijo...

Yo no quise hacer ningún comentario porque, te digo la verdad, no lo terminé de entender.

Así que tengo ganas de que nos cuentes lo que no hemos pillado.

Un abrazo.

Eli dijo...

En realidad no hay nada que entender; es sólo una historia que o te gusta o no.

Sin embargo, el texto tiene pistas para encontrar un símil, y ahí es dónde está la diversión :-)


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