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sábado, 12 de enero de 2008

Felicidad

Hace mucho que me di cuenta de una cosa que no hago más que corroborar a cada paso que doy:
La Felicidad no le interesa a nadie.

¡Oh! No me refiero a la personal, a la que cada uno ansía poseer a cualquier precio. Me refiero a LA FELICIDAD así, con mayúsculas. A la del resto del mundo, a la que no se puede acceder, a esa que se menosprecia para no reconocer que se envidia.
Claro, que lo que se lleva es el rollito incomprendido, la pena incurable, el hastío por la vida...y no tener pudor en contarlo. Así ¿quién no recibe palmaditas en la espalda?

Yo he llegado a un punto en mi vida en que soy feliz. Tengo un trabajo estable y que me encanta(¡gracias a los dioses por los pequeños favores!), una pareja que me es y a la que soy fiel sin que eso nos suponga ningún trauma o esfuerzo, una familia como pocas hay, un puñado de amigos leales pero de los de verdad, tengo (aquí aún toca cruzar los dedos) salud , tengo dinero para darme los caprichos que se me antojan pero sobre todo me tengo a mí misma, a quien he aprendido a valorar en su justa medida y dejar de sentirme menospreciada o disminuida por las opiniones externas.
Pero oiga, es que esto le importa un carajo al resto del mundo.
Perfecto. Y a mí ¿qué más me da?




¿Quieres oirla?

4 comentarios:

Cris dijo...

Seguro que hay alguien a la que le interesa la felicidad de los demás. A mi por ejemplo me interesa que la gente a la que quiero y aprecio sea feliz. Y me alegro de que lo seas. Muchos besos.

Anónimo dijo...

Pues es lo mismo que por qué pesa más algo negativo de algo o de alguien que todas las demás cosas buenas, que parece que éstas no se tienen en cuenta, y la respuesta para mi es porque somos unos morbosos, que es mejor lo chungo que lo estupendo. Un abrazo.

Lal dijo...

Creo sinceramente que la gente que no desea la felicidad de los demás es porque son absolutamente infelices. Más que creerlo, lo sé, o lo extrapolo.
Yo desde hace un tiempo, más largo de lo que quisiera, no soy feliz. En absoluto. Claro que en mi vida hay cosas buenas y claro que sé valorarlas, de hecho valoro como pocas personas las pequeñas maravillas. Pero no son suficientes para hacerme feliz. Y no me gusta no serlo, igual que no me gustan las palmaditas en la espalda. Cuando estás realmente mal, las palmaditas se convierte en puñetazos y ni las buenas intenciones de los que te las dan hacen que te duelan menos. Pero cuando realmente me dí cuenta de que había tocado fondo fue cuando no fui capaz de alegrarme por algo maravilloso que les había ocurrido a personas a las que adoro.
Desde ese día estoy pataleando para volver a la superficie.
Y hoy puedo decir que yo no soy feliz, pero que me alegro sinceramente de que tú lo seas. Y que eso me hace un poquito más feliz.

Anónimo dijo...

Yo cuando más feliz soy, es cuando los que me rodean comparten conmigo esa felicidad, o yo comparto la de ellos. Es algo que no se explicar, pero es una sensación de paz, de plenitud...Se me entiende ¿verdad?


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