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domingo, 2 de noviembre de 2008

Por qué lo llaman Amor cuando quieren decir...Eso



Escuchaba esta mañana en la radio las declaraciones de una asamblea de hombres contra la violencia de género justo cuando el marido de una paciente se acercaba a pedir algo. Y señalando con la cabeza al emisor se jactaba de no haber tenido nunca necesidad de poner una mano encima a su legítima.
Es cierto que parece una buena persona y que se preocupa de la salud de su esposa. Pero no entiendo que pueda imponer su criterio, gustos o necesidades apoyado por una ley, costumbre o religión.

Incluso dentro del supuesto amparo de una institución que vela por la seguridad de las personas, hay muchísimas ocasiones en las que las enfermeras nos vemos impotentes para evitar situaciones que perjudican a las mujeres.
No hace falta levantar una mano para herir: algunas veces basta con obligarlas a ejercer lo que su derecho de hombres les reclama.
Y que da lo mismo que la paciente tenga fiebre, vomite o sea portadora de una sonda vesical. El derecho marital no espera.

Aún me encuentro en situaciones en las que tratan de prohibirme lavar a una mujer, para evitar que pierda el "olor a hembra". Aún tengo que pelear con alguna paciente tratando de hacerle ver que el encaje rojo no es lo más adecuado para ir a hacerse una prueba diagnóstica, pero es que "es lo que a mi marido le gusta". Aún lucho en vano por intentar que una enferma tenga una ingesta adecuada cuando a su señor esposo no le parece bien y la surte de presuntos nutrientes para la fertilidad. Pero sobre todo aún me hierve la sangre cuando veo a una paciente durmiendo sobre una manta en el suelo porque el amo tiene que descansar en la cama hospitalaria.

Lo más triste de todo no es que se resignen, sino que muchas lo hacen de buen grado.
Cuando todos los servicios de salud del mundo ofrecen una carta de derechos de los enfermos que les garantice su dignida como persona ¿quién protege a estas víctimas?

22 comentarios:

Lenka dijo...

Eli, me acabas de dejar muerta. Te lo juro. Esto pasa en nuestro país??? De verdad??? Hay enfermas que duermen en el suelo porque sus mariditos les usan la cama???? Y nos atrevemos a criticar otras culturas y llamarles machistas?????

Nena, qué paciencia debes tener. Guau.

Kaken dijo...

Mi vivencia es distinta. Nunca me he enterado de algo similar y llevo 23 años trabajando en el mismo área. Sólo en una ocasión en 23 años hubo un machito que se negó a que infiltrara a su mujer. Evidentemente le eché de la consulta, primero al marido y después a la mujer por negarse a su vez a ser infiltrada, a pesar de que ella quería, pero su marido mandaba.

Juan dijo...

Perdón, el anterior comentario es mío

Sra de Zafón dijo...

Buenas noches Eli, me estreno en tu blog.

¿Pero quien es aquí él o la machista? ¿El listo que se mete en la cama o la tonta que se tira al suelo? por supuesto que los dos.
Es que a mi también me toca ver cada cosa alucinante, y lo más curioso es que precisamente las cosas más alucinantes suelen hacerlas las mujeres creyendo que hacen lo adecuado.
Esta primavera visitamos a una mujer que había solicitado ayuda domiciliaria para ella, y que realmente necesitaba, dada su baja movilidad. Su marido trabaja en el turno de noche y llega a casa a las 9.30. Un hombre sano, fuerte, muy trabajador y muy buena persona. Su hija de siete años tenía que coger el autobús a las nueve o caminar dos kms, ella sola (por lugares increíbles) para estar en escuela a las nueve y media. Pues su hija quedaba en casa hasta que su padre terminaba de desayunar. Antes había ayudado a su madre a vestirse y después de recoger las cosas del desayuno caminaba hasta el colegio.
Lo normal para aquella familia, sobre todo para aquella madre, era que su hija se encargase de ponermle el almuerzo al hombre de la casa..."¿No querrán que lo haga él, que el pobre viene de trabajar toda la noche?"- Nos soltó toda convencida de su buen hacer.
Tuvo que intervenir la asistencia social para que cambiasen los hábitos y dejasen ir a la niña en autobús. La mayor resistencia la puso la madre, que no el padre.
En esta pareja ninguno de los dos ha llegado a los cuarenta años...
¡alucinante! Todavía me rechinan los dientes pensando en esa niña

Cris dijo...

Nunca he visto nada así, eli!!! No me extraña que te hierva la sangre.
Besos.

Eli dijo...

Len, esas cosas pasan más a menudo de lo que crees. Independientemente, como dije en la entrada, de la raza, credo, cultura o etnia.
Cuando el servicio en el que atiendo es multicultural te das cuenta que machismo y maltrato no son exclusivos.

Juan: las vivencias de los médicos y las enfermeras nunca son iguales: la palabra "médico" genera un respeto en nuestro pais que nosotras no tenemos.
Además, las 24 horas del día al pie de la cama dan mucho de sí para observar usos y costumbres de los pacientes y familiares.
Lamento que no me creas, pero todo lo que he escrito lo he visto yo, no me lo han contado ni es fabulación.

Sra de Zafón, bienvenida.
Preguntas quién es el machista en estos casos, y yo no sabría contestarte.
Da igual la creencia, raza o etnia: otras formas de vida o leyes (que nosotras no entendemos) obligan a las mujeres desde hace siglos hasta que la costumbre ha logrado acallarlas.
¿Cuál crees que es su motivación para acatar las órdenes de un marido que cree firmemente que hace lo correcto?
Tu ejemplo ilustra claramente lo qe quiero decir.

Sí, Cris, aún pasan esas cosas. Por desgracia.

Ina dijo...

Me quedo helada. No se como reaccionaría yo. A bofetadas con los dos, seguramente. Y lo peor es que esos comportamientos se reproducen en sus hijos (e hijas, aquí sí).
¡Qué suerte tengo, dios mío!

MacVamp dijo...

Gracias mil, nena, por la recomendación ;-) Creo que haber hecho lo que me dijiste, fue lo mejor para poder dejarte comentarios :)

Puffhh, con respecto a este tema, también me hierve la sangre y estoy de acuerdo que la continuidad del machismo es culpa tanto de mujeres como de hombres. Ya lo hemos visto en muchas ocasiones, infinidad de ellas diría yo: las mismas madres son las que lo fomentan, así pasen y pasen los años o hablemos de jóvenes.

Yo insisto en que nosotras, las madres, somos las que tenemos la obligación, sí, la obligación de inculcar a nuestros hijos la no comunión ni la aceptación del machismo, como si fuese un mal incurable. Claro que se puede combatir, siempre y cuando las mujeres, sin feminazismos baratos, vayamos abriendo brecha desde nuestros hogares.

Un abrazo,
Mac

Juan dijo...

Es que machismo no es sinónimo de hombre. Muchas mujeres son tan machistas como el mayor machista masculino.

Eli, no he puesto nada de que no te crea, sólo me ha llamado la atención y por ello digo que mis vivencias son distintas. He descrito el único caso de machismo en su máximo esplendor. Por supuesto que veo otras muchas situaciones de machismo que no llegan a ser tan sangrantes.

Un abrazo

Anónimo dijo...

Compi: ya sabes quien soy.
¡Y anda que no vemos cosas como esa a menudo!¿te acuerdas de aquella noche de locos?
Tranqui, seguiremos juntas tratando de hacerlo bien.
Besos, M

Ado dijo...

Lo he tenido que leer 2 veces porque no daba crédito.

Una pregunta, ¿al tio que se acostó en la cama de la mujer no lo echasteis a patadas de ella?, porque te aseguro que yo lo tiro de la cama.

Lenka dijo...

"Len, esas cosas pasan más a menudo de lo que crees. Independientemente, como dije en la entrada, de la raza, credo, cultura o etnia.
Cuando el servicio en el que atiendo es multicultural te das cuenta que machismo y maltrato no son exclusivos".

Pues eso digo yo, que la exclusividad del machismo no la tiene nadie. Y claro, me consta que está más extendido de lo que en principio parece. Yo he visto mucho en mi trabajo, pero fíjate, a veces es uno tan ingenuo que se cree que cosas semejantes no pasan en otras áreas, o simplemente no se ha parado a pensarlo. Tengo dos tías enfermeras que siempre cuentan anécdotas increíbles (unas por divertidas, otras por tremendas) pero no recuerdo nada semejante. Aunque seguro que si les pregunto...

Lo tremendo, como decís, es que esas conductas estén ya tan asumidas, tan toleradas, tan normalizadas en algunas familias. Así no hay forma de combatirlo. Buf.

Sra de Zafón dijo...

Buenas noches Eli,
"¿Cuál crees que es su motivación para acatar las órdenes de un marido que cree firmemente que hace lo correcto?"
Es que yo no creo que siempre se acaten órdenes del marido.
Mira, el caso con el que he intentado ilustrar lo que pienso sobre este tema me sirve para seguir intentándolo:
El primero en colaborar, y en ver que era un disparate lo que estaban haciendo con la niña, fue el marido. Es más, llegó a decirnos que consentía que fuese así para no quitarle "poder" a su mujer, ya que ella disponiendo de las tareas de la casa se sentía menos inutil.Aunque las hiciese la niña, pero ella seguía gobernando y su marido creyendo que sin ellas no podría sobrevivir...
Hay muchas mujeres educando a niñas y niños en la creencia de que ser mujer consiste en ser una buena servidora del hombre,"ese ser tan inutil para las cosas de casa que ellas hacen tan bien" y se niegan a ceder ese papel, porque su "valía" de mujer la basan en eso.
Es verdad que hay muchisimas mujeres sometidas y obligadas, muchísimas,pero también es verdad que muchas necesitan sentirse útiles, sobre todo en gestión doméstica, para sentirse licitadas. El sujeto dependiente desarrolla mecanismos para que siempre parezca que el servicio que hace lo hace por el otro, cuando en realidad lo hace por uno mismo, siempre. En la dependencia no es posible la paridad,( aunque esta palabra ultimamente no me guste nada) ni siquiera la generosidad.
Yo creo que tiene muchísimo que ver con la dependencia económica de las mujeres, no nos olvidemos que gran número de ellas en lo primero que piensan cuando se sienten amenazas y en lo último cuando son "destronadas", es en su patrimonio económico, ya que su vida ha consistido en dejarse mantener a cambio de servicios domésticos y familiares. Llevamos siglos así.

Lo de la enferma en el suelo, me da que va más por la obligación, que por la devoción, o la creencia.

Se está muy bien por aquí. Un beso.

Eli dijo...

Ina, ni te imaginas de verdad la suerte.

Mac, cielo, me alegra que pudieras arreglar eso. Gracias por dejar tus comentarios.
Sí, yo también pienso que hay muchos casos en los que los padres son los responsables de las opiniones y comportamientos de los hijos, sobre todo si hablamos de 50-60 años atrás. Aunque aún quedan rescoldos de la vieja educación en Occidente.

Gracias, Juan. Este medio a veces puede parecer terriblemente condescendiente.

Ado, a mí también me dio asco tanto moral como físico del tio ese. Pero lo más que pude hacer fue pedirle que respetara la ocupación de la cama hospitalaria por la enferma. Las nuevas políticas de apertura del SAS casi no nos dan espacio para reclamar y mucho menos defendernos de gente indeseable.

Len, Sra de Zafón, trataré de responder a las dos a la vez.
En innegable que en nuestra cultura occidental hace tiempo que la igualdad entre individuos se da como cosa hecha, y lo que hace medio siglo era lo habitual ahora nos hace llevarnos las manos a la cabeza.
Pero el hospital recibe mucha gente mayor, que aún vive y piensa anclada al pasado. Además muchos son de un medio rural donde las tradiciones se conservan por más tiempo, y la obediencia a un padre y luego a un marido es la forma habitual de comportarse para una mujer.

Pero además del pasado, nos tenemos que enfrentar a la realidad que supone tener pacientes de otras etnias y religiones. Pensad en la realidad de la sociedad andaluza. Y en estos casos la obediencia al esposo o al patriarca del clan son incuestionables porque a ninguna mujer se le ocurriría siquiera dudar de que lo que hace no sea correcto.
Así que en estos casos reclamar al hombre no sirve de nada, puesto que ellos se creen en posesión de la razón.

Yo creo que una mujer que obedece a un marido simplemente por una dependencia económica no está por lo general tan expuesta al maltrato.
Quiero decir, que el hecho de que sea un esposo el que mantenga económicamente a la mujer no lo convierte automáticamente en un monstruo. Esta es una forma de vida para las mujeres perfectamente válida y ética y que no les expone a ningún peligro ni físico ni verbal.
Pero ¿qué ocurre cuando es el caso del pequeño porcentaje de marido violento? Ciertamente ahora sólo hablo de conjeturas, porque gracias al cielo no he conocido ni un caso así que me afecte directamente.
Imagino que mientras el cuerpo y la dignidad aguanten, la mujer seguirá cobrando en los dos sentidos del término. Pero yo creo que ni todo el oro del mundo merece una paliza, así que espero que esas mujeres sean capaces de levantar la mirada, perder el miedo y huir de esa esclavitud.
No sé...el tema es complicado y seguro que daría mucho más de sí.

Gracias por aportar vuestro punto de vista. Quizá discutir sobre las injusticias no sirva para nada, pero quizá sí que aclare más de una mente.
Besos.

¡Ah! Lo de la enferma en el suelo. Era una joven de religión diferente a la católica cuyo marido tenía que trabajar al día siguiente. O sea, como todos, pensé yo.

Eli dijo...

Por cierto. He olvidado contaros otro caso del peor y más malvado tipo de maltrato:
Una abuelita de cerca de ochenta años que pasaba todas las noches sentadita en una silla de ruedas de las de paseo (no están acolchadas) porque su hijo, un drogadicto violento ingresado por una infección oportunista, se levantaba varias veces por la noche y se le antojaba sentarse en el sillón.

¿Qué tipo de culpa tiene esa señora? ¿Quién la proteje de ese mal?

Lal dijo...

De verdad, me he quedado alucinada. Nunca me habría imaginado semejante situacion...
Ánimo y valor.

Celadus dijo...

Mi experiencia es diferente también a la tuya, Eli. LLevo 15 años trabajando como enfermero y nunca me he encontrado con casos tan sangrantes como los que cuentas. Lo cual no quiere decir que ponga en duda tu palabra, no me interpretes mal. La cuestión que se me plantea es qué se puede hacer -qué podemos hacer como personal sanitario- en estos casos. Creo que poco más que denunciarlos, que no es poco, valga la contradicción, a la utoridad competente. Habrá casos en que se pueda intentar educar a los implcados pero habrá otros en los que hacer simplemente el intento podría poner en peligro nuestra integridad física. Pero es evidente que, tanto en un caso como en el otro, lo que no podemos hacer es cerrar los ojos y cruzarnos de brazos.
Gracias por compartir tu experiencia.

Eli dijo...

17 años trabajando con enfermos crónicos de oncología en un hospital pequeñito en plan familiar, y 5 años más de crónicos con enfermedades autoinmunes.
Quizá mi experiencia está condicionada a los prolongados ingresos que precisan estos tipos de enfermos, no sé.
Pero cuando la estancia de un paciente se alarga un mes como media, se ven muuuchas cosas.

Celadus dijo...

Pues es muy posible que sí, eli.

Juan dijo...

Incido en lo que dice Celadus. ¿Qué podemos o debemos hacer cuando nos enfrentamos con estas barbaridades?. Las denuncias no sirven para nada. El enfrentamiento directo con estos energúmenos pocas veces darán un resultado aceptable y nos ponemos en riesgo. ¿Qué hacer?

Un abrazo.

Eli dijo...

Cel, Juan, ignoro si el hospital tiene una política sobre este tipo de situaciones, aunque me temo que no.
Yo no tengo una fórmula mágica- ojalá- e indudablemente no voy a enfrentarme cara a cara con esas personas, sobre todo porque estoy segura de que no voy a encontrar respaldo y mientras unos se crean con esos derechos no van a escuchar a una mujer que les increpe.

¿Qué hacer? Pues poner nuestro pequeño grano de arena haciendo lo que se puede.
Los casos comentados no están considerados delitos, así que es obvio que me puedo exponer a ser considerada una intrusa en las costumbres familiares.

Yo suelo tirar de mano izquierda.
Se cazan más moscas con miel que con vinagre, así que procuro ser cuidadosamente diplomática para conseguir el bienestar de mis pacientes.
Pero incluso cuando consigo que un hombre ceda a la razón y la lógica me queda la sensación de que lo que hago es pan para hoy y hambre para mañana. Que en cuanto esa mujer vuelva a seno de su familia, de su sociedad, de su religión...las cosas volverán a ser para ella igual que siempre, igual que para tantas otras como ella. Lo que me hace reflexionar: el hecho de que no compartamos una forma de vivir ¿Nos da derecho a tratar de cambiarla a nuestra propia satisfacción? ¿No nos convierte eso en arrogantes?

Lenka dijo...

Uf, la eterna pregunta. Eso me recuerda a las feministas progres que desprecian a las amas de casa y las miran por encima del hombro, considerándolas esclavas. Y, lamentablemente, pocas de esas amas de casa osan replicar (no hay nada como que te hagan sentir inferior para que te lo termines creyendo) y decirles a las progres que la lucha del feminismo fue siempre el poder elegir, y que ellas han elegido ser amas de casa. Y puuuuuuuunto.

Y yo, que sólo de pensar en una vida de ama de casa me da un ataque, tengo que empatizar, entender y respetar, porque es mi obligación, como persona, como mujer y como todo. Pues sólo faltaba. Pero qué fácil es a veces pecar de soberbia, y, ante casos y cosas que no encajan con nuestros valores (nuestros, no olvidemos) ponernos estupendos.

Supongo que es más complicado en casos que nos parecen sangrantes. Uno se indigna y piensa: pero es que no ve esta señora que está esclavizada?? Si la señora lo ve, armas lo que sea por socorrerla en su situación. Pero cuando te dice que no, que ella es feliz? Ahí te quedas patidifusa. Y una de dos, o lo respetas, por mucho que escape a tu sentido de las cosas, o barruntas por lo bajo: sí, sí, feliz, eso se creerá ella, ayns, qué terrible es la ignorancia.

Y tienes razón? O estás siendo una soberbia? A saber. En algunos casos igual aciertas y esa persona se autoengaña, o se ha resignado. Y qué? Te parecerá terrible, pero tienes derecho a hacer algo? A ir iluminando al personal aunque no quiera? Y si es que realmente no quiere, porque es feliz? Se puede ser feliz así, aunque nos parezca imposible?

Cuanto más lo pienso, más complicado me parece, Eli. Desde luego, tienes una buena papeleta con esos casos. Vaya que sí.


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